Estamos frente a un cambio de época. Y de épica. Quedó más claro tras las elecciones del domingo pasado. En lo que nos toca (agroindustria o bioeconomía, como quieras llamarlo) la tarea no cambia: explicar, sin petulancia ni falsa narrativa. Hechos y datos.
Lucas do Rio Verde, voy a evocarte.
Mi último trabajo antes de reincorporarme a Clarín Rural, en 1991, después de unos años afuera del periodismo, fue como miembro del equipo de conducción de la fábrica de cosechadoras de don Roque Vassalli. La empresa estaba en crisis y había aparecido la oportunidad de negociar su venta a la alemana Deutz. La operación se frustró por razones que no vienen al caso.
Pero en ese proceso, me tocó viajar con un alto directivo de Deutz al corazón agrícola brasileño, donde se abría paso al galope una nueva agricultura.
Ahí andaban algunas Vassalli, que se habían fabricado en una planta propia en Cascavel, cerca de Misiones, que ya se había cerrado. Eran del modelo 900, la más vendida por entonces en la Argentina. Pero más rudimentarias: por ejemplo, no tenían cabina. La líder era SLC, una fábrica en Horizontina, muy cerquita también de Misiones. Esta empresa trabajaba bajo licencia John Deere pero también eran modelos anticuados y sin cabina.
En el viaje exploratorio nos sumergimos en el corazón del Mato Grosso, la nueva frontera. Así, llegamos a Lucas do Rio Verde, un pueblito fundado en 1988 que ya tenía 6 mil habitantes, un hotel flamante y una ruta en construcción. Sí: era la soja.
Hoy, 35 años después, Lucas do Rio Verde tiene casi 100 mil habitantes (88 mil en el último censo, 2022). Lo mismo que aquí Pergamino o Junín. Y si la mirás desde el Google Earth (vale la pena el ejercicio), vas a ver el conglomerado de gigantescas plantas de procesamiento de granos, frigoríficos, criaderos de aves y cerdos, plantas de etanol de maíz, acopios. Decenas de hoteles de buena calidad, universidad, flamantes centros de salud. Cientos de profesionales bien formados, muchos con post grado en universidades del primer mundo.
Pasaron cosas. No prosperó el acuerdo de Vassalli con Deutz. Pero SLC le vendió la fábrica a John Deere y sus ex dueños volcaron el producido del negocio a la agricultura. Hoy son una de las más poderosas empresas de producción agropecuaria del Brasil. John Deere remozó la fábrica, actualizó la tecnología, aparecieron primero las cabinas, las transmisiones hidrostáticas, la electrónica y toda la parafernalia. También tractores y más recientemente dos modernísimas plantas en Montenegro (Rio Grande do Sul, de tractores) y en Catalao (Mato Grosso, pulverizadoras automotrices).
En el ínterin, se instalaron Case, New Holland, Massey Ferguson. Además de las imponentes locales Jacto, Stara, Nogueira, etc.
Mientras esto sucedía, aquí nos preguntábamos si la agricultura tenía futuro. La mayor parte de los opinólogos creía que no. Que el agro era fuente de divisas pero que no generaba empleo, que “no agregaba valor”, que no podía resolver problemas de empleo. Señores: Goiania, la capital de Goias (lindera con Mato Grosso) pasó de 1 millón de habitantes a 3 millones. Todo movido por el agronegocio. Insisto: mirelo por el Google Earth, que tiene un función retrospectiva. Permite ver la evolución a través del tiempo, desde 1980 (primeras fotos satelitales) hasta hoy. La única verdad es la realidad.
Acá soñamos con la minería de la cordillera y el gas de Vaca Muerta. Bienvenidos. Vaca Muerta es una potente realidad. Pero los dos destinos principales del gas tienen que ver con el agro. Más allá del inmenso futuro de las exportaciones de energía, permitirán expandir la producción de urea y otros productos petroquímicos. La urea irá a exportación en forma directa, pero también transformada en granos. El trigo y el maíz le agregan valor a la urea, es decir al gas de Vaca Muerta.
El principal producto petroquímico es el polietileno. En la Argentina, el mayor destino del polietileno es la elaboración de silobolsas. El silobolsa se consume en su primer uso (¿usted lava los profilácticos?). Después se recicla, pero cumple su función cuando se abre para cargar los granos. Cuando exportamos soja, exportamos polietileno extrusado y plegado convertido en poroto.
Brasil, este año, alcanzó un récord de producción de soja de 180 millones de toneladas. Casi la mitad de la producción mundial. Más que Estados Unidos y Argentina juntos. Nosotros estamos estancados desde hace 15 años. Brasil se convirtió también en el principal exportador de proteínas animales de todo tipo. Las proteínas animales se hacen con soja y maíz. Ayer mismo, las dos grandes actores de este negocio (Marfrig y BRF, ambas con plantas nuevas en Lucas do Rio Verde), anunciaron una combinación de negocios que les va permitir eficientizar las operaciones y reducir costos. BRF recibió aportes de capital de Salic, un fondo saudí.
Aquí estamos viendo otra película. Quizá nos estemos perdiendo algo.