Entre el jueves 15 y el sábado 17 de mayo, se registraron precipitaciones excepcionales en distintas zonas del norte de la provincia de Buenos Aires. Las lluvias, que superaron los 300 milímetros en algunos puntos, provocaron anegamientos, cortes de caminos, frenaron la cosecha de granos gruesos y generaron movimientos de hacienda en campos linderos a ríos y cañadas.
En la región CREA Norte de Buenos Aires, aunque el grueso de la trilla de soja ya había finalizado, persisten interrogantes sobre el estado de los caminos, la ganadería en zonas bajas y las decisiones agronómicas para las próximas semanas.
Si bien el daño fue generalizado, asesores y productores coincidieron en que los campos con buen manejo agronómico, con cultivos de servicio, sistemas de terrazas y rotaciones, lograron atravesar mejor el temporal, con un menor impacto de la erosión del suelo y un mejor escurrimiento del agua.
Si el tiempo mejora, en algunos casos se podría revertir la situación rápidamente, y retomar las labores de cosecha que quedaron pendientes.
En los partidos de Arrecifes, San Antonio de Areco y Alsina, los registros promedio oscilaron entre 260 y 270 mm en apenas dos días. Ezequiel Martínez Bruera, asesor del CREA San Pedro- Villa Lia, de la región Norte de Buenos Aires, explicó que “el 95% de la soja de primera y segunda ya estaba cosechada, por lo tanto no hubo mayores complicaciones por ese lado”.
Según detalló, la mayoría de los campos del grupo son quebrados y, con un buen pronóstico climático, estiman que en una semana podrán retomar las labores sin mayores contratiempos. “No vemos inconvenientes para terminar de cosechar”, aseguró.
Sin embargo, las zonas más planas, en el partido de San Pedro, puntualmente en los alrededores de Pérez Millán, presentan mayores desafíos. Allí están evaluando ajustar las estrategias de siembra de trigo. “Posiblemente pensemos en ciclos más cortos, porque no sabemos si vamos a poder sembrar antes. Esa sería la problemática, pero todavía tenemos tiempo para decidir qué hacer”, añadió Martínez Bruera.
Un punto crítico fue el manejo de la ganadería en zonas ribereñas. “En los campos que están sobre los ríos Arrecifes, Areco y Cañada Honda, se desbordaron los cursos de agua y hubo que mover la hacienda. Hoy las vacas están sobre rastrojos, algo que no es habitual en las prácticas de la zona, pero afortunadamente no se registraron pérdidas significativas”, explicó. Durante el pico de la emergencia hídrica, subrayó que varios campos estuvieron aislados por caminos intransitables.
Una situación similar se vivió en el CREA Arroyo del Medio, que abarca localidades como Socorro, Teodelina, Indart y Arroyo Dulce. Allí las lluvias fueron muy dispares: desde 100 hasta más de 340 mm, según la zona. Juan Radrizzani, asesor del grupo, señaló que “la ganadería se vio muy afectada en los bajos, donde se registraron crecidas importantes de canales y arroyos”. En relación a la campaña agrícola, destacó que “el 90% de la soja de segunda ya estaba cosechada”, pero advirtió sobre eventuales pérdidas en silo bolsas. “Hoy es muy difícil saber en qué medida va a impactar este evento sobre los campos, porque todavía no pudimos recorrer todos los lotes”, indicó.
Los caminos rurales fueron uno de los aspectos más comprometidos. “Están intransitables. Eran ríos”, expresó Radrizzani. Esta situación limita el acceso a los campos ante las tareas de cosecha que quedan pendientes y condiciona tanto las tareas de evaluación como las próximas decisiones agronómicas.
Hacia adelante, los asesores de los grupos CREA San Pedro–Villalía y Arroyo del Medio coincidieron en que muchos productores deberán ajustar las estrategias para la nueva campaña. “En trigo, probablemente pasemos de sembrar un ciclo intermedio largo, como hacemos habitualmente, a uno más corto. Lo mismo sucede con las arvejas invernales: hay que sembrarlas en los próximos 10 días y no sabemos si vamos a poder entrar a los lotes”, explicó Radrizzani. De todos modos, en los campos con buena infiltración y relieve ondulado, el asesor aseguró que esperan poder reanudar las tareas a corto plazo.
En paralelo a las dificultades productivas, se suman los efectos sociales, sobre las localidades vecinas a los campos. “Más allá de cómo afectaron las inundaciones a los cultivos y a la hacienda, creo que la situación más difícil es en los pueblos, donde hubo muchas personas evacuadas y en necesario extremar las medidas de contención social”, concluyó.
Prácticas que hace la diferencia
En medio de un evento climático que dejó entre 250 y 340 milímetros en pocas horas, algunos campos pudieron responder mejor al impacto gracias a prácticas sostenibles de manejo agronómico, con varios años de implementación. Este el caso de Carlos Robertson Lavalle, miembro del CREA Arroyo del Medio, cuyo establecimiento está ubicado en el límite entre los partidos de Rojas y Pergamino.
«En 42 horas se precipitaron 300 milímetros. Es muchísima agua para que un campo pueda absorberla rápidamente», explicó el productor. Aunque el establecimiento se mantuvo completamente tapado de agua durante el viernes y el sábado, la situación ya comenzó a normalizarse. «Esta vez, el clima puso a prueba el sistema, y por suerte está funcionando. El agua está escurriendo bien», señaló.
La planificación anticipada fue clave. La soja de primera y segunda ya había sido cosechada, y lo único pendiente era el maíz tardío, que se recoge hacia fines de junio o principios de julio. Sin embargo, el productor reconoció que este cultivo requiere seguimiento: “Me preocupa que, por tanta humedad, tengamos podredumbre de raíz y las plantas se vuelquen por no tener un buen anclaje”.
La estructura productiva del campo combina agricultura en secano con un rodeo de cría, y está diseñada para reducir el impacto de excesos hídricos. «Tengo un sector sobre el arroyo Dulce, que me salva. Cuando ocurren estos eventos, el arroyo saca mucha agua», comentó.
Integración agrícola-ganadera para regenerar el suelo
Robertson Lavalle gestiona un establecimiento mixto con agricultura extensiva en secano, que incluye la rotación trigo, soja y maíz, y ganadería de cría. Una de las ventajas naturales del campo es el arroyo Dulce, que atraviesa el establecimiento y permite generar un drenaje eficiente en eventos de lluvia extraordinaria.
«En las zonas cercanas al arroyo tenemos suelos con ganaderos, no aptos para agricultura. Allí mantenemos pasto natural y, cuando es posible, implantamos leguminosas como tréboles y lotus, y gramíneas como agropiro», explicó.
Desde hace más de 15 años, Lavalle incorpora cultivos de servicio, intercalados entre los cultivos de renta, con el objetivo de recuperar la materia orgánica y restaurar el equilibrio biológico del suelo. “La idea también es recuperar los nutrientes que hemos consumido durante tantos años de agricultura continua”, comentó.
Sobre un total de 600 hectáreas agrícolas siembra vicia, avena, trigo y rabanito forrajero. Este último cultivo fue incorporado en las últimas tres campañas por su alto volumen de biomasa y su raíz profunda, que ayuda a fijar carbono y a mejorar la infiltración.
«El rabanito nos permite mejorar mucho la entrada de agua en el perfil. Y cuando lo combinamos con vicia, también incrementamos el nitrógeno disponible», detalló el productor.
El reciente evento de lluvias extraordinarias puso a prueba el sistema. La cobertura vegetal en lomas y medias lomas favoreció la infiltración, mientras que el excedente drenó hacia los bajos sin generar erosión. El campo también cuenta con un sistema de terrazas de evacuación que ayuda a manejar el escurrimiento.
Hace cuatro años, el empresario CREA sumó a sus prácticas el pastoreo de cultivos de servicio durante el período de recría de su planteo ganadero. «Los animales aprovechan el forraje de otoño, invierno y primavera, y también consumen los rastrojos tras la cosecha. Así reciclamos nutrientes y aceleramos el proceso de incorporación de materia orgánica al suelo», señaló.
Además, explicó que el rebrote y la floración de los cultivos de servicio permite generar una nueva captura de carbono y fortalecer la estructura del suelo. Según Robertson Lavalle, la ganadería pasó a ser un insumo más dentro del sistema agrícola. «Pastorear los cultivos de servicio cierra el ciclo. Nos permite reducir la carga de residuos, mejorar el suelo y preparar mejor la cama para el cultivo siguiente», dijo.
Ante eventos climáticos extremos, destacó que su sistema respondió mejor. «Creo que estuve mejor preparado para sortear este evento climático violento, en comparación con otros campos que tienen los suelos descubiertos después de haber cosechado, y tienen mayores problemas de erosión y de compactación, y por ende de anegamientos», concluyó.