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entrada actual: El cuidador de un rincón de un palacio de la realeza y una ciudad sostenida por once millones de postes que celebra 750 años, ID: 4401
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Cuando Carlo nació en Venecia su familia se remontaba al Concilio de Trento. En la ciudad del agua, él decidió dedicarse a la construcción en piedra y sucedáneos. Los avatares de la Primera Guerra Mundial lo llevaron a los Países Bajos. Allí se instaló y su empresa por tres generaciones desarrolló los proyectos constructivos en concreto más célebres del país.
Gracias a sus hijos y ahora sus nietos, su herencia está presente en obras emblemáticas de Amsterdam, desde el Boulevard Holland en el aeropuerto de Schipol, las escalinatas del subte o el Museo Eye.
En decenas de ocasiones, su nieto, Giulio Tomaello se ha cruzado con los reyes de los Países Bajos en las inauguraciones de sus obras. Hasta que un día, la propia princesa Beatriz, la madre del actual rey Guillermo, lo recomendó señalándolo como quien podía llevar adelante un proyecto.
Hoy Giulio en persona es quien preserva un rincón particular del Palacio de Drakensteyn, cerca de Lage Vuursche, donde vive la princesa Beatriz. La Familia Real ha sido uno de sus clientes privados más destacados durante décadas.

Curiosamente, el emprendimiento de las piedras llevó consigo algo de los orígenes: es uno de los más vanguardistas en la tendencia arquitectónica de las ciudades verdes.
Amsterdam en particular tiene hoy un equilibrado encuentro de la naturaleza y los materiales, el agua y los espacios verdes, la vida agitada de una urbe moderna, al lado de un buen vivir bien entendido.
La ciudad no es estridente. No exhibe sus riquezas, las disfruta.
La ciudad está de fiesta
Todo comenzó en el siglo XII con la construcción de un dique (dam en holandés) sobre el río Amstel, que atraviesa la ciudad. La combinación de la obra y el curso de agua fue el que dio origen al nombre de la urbe en formación.

Dos siglos más tarde ya se había convertido en centro comercial en el norte de Europa. Con la llegada de los españoles a América, se transformó en el segundo mayor puerto del mundo, detrás de Lisboa. Armamentos, granos y especias fueron tres de sus especialidades.
Repleta de cultura, experiencias históricas, un denodado esfuerzo por ganar espacio a los canales y por crear identidad, Amsterdam celebra en 2025 sus 750 años. En medio de este cóctel de propuestas, la ciudad ha dejado de ser el sinónimo de desborde con la que se la etiquetó en el pasado.
Si el ingreso al país se produce por el aeropuerto de Schiphol, sería aconsejable tomarse un rato para recorrerlo: es una pequeña ciudad, considerado uno de los más hermosos del mundo.

Al igual que Venecia (que es la creadora del sistema), la capital de los Países Bajos está sostenida dos metros bajo el nivel del mar por troncos. Once millones de vigas de madera mantienen flotando a los edificios. Aún los árboles del Vondelpark que crecen sobre una superficie pantanosa, requieren vigas para no hundirse. La historia de esta proeza de ingeniería se puede ver en detalle en el Museo de Ámsterdam (de lu. a dom. de 10 a 17, €20).
Uno de sus encantos son los canales, en total 165 que surcan por 100 kilómetros los 15 de ancho de la capital, atravesados por más de 1200 puentes. Amsterdam Canal Cruise ofrece recorridos de una hora con guía multilingüe (€14,50). Hay que circular con atención porque excepto en los puentes, los canales no ofrecen ningún parante para los peatones.
Aunque la mayoría de las ciudades europeas tienen su propia cultura cervecera, aquí se esconde la historia de Heineken, fundada en Amsterdam en 1864, produce actualmente casi 200.000 millones de litros al año (de lu. a dom. de 10.30 a 19.30, €25). ¡Cuidado! Beber en público es ilegal.

La arquitectura clásica es incomparable. Sus casitas estrechas deben su grosor el modo en que se pagaban los impuestos durante el siglo XVII, cuando cobraban por el ancho del frente de las propiedades.
Además, poseen una leve inclinación hacia la acera y una viga con un riel en su extremo superior. Como gran parte de ellas funcionaron como graneros o destinadas a actividades comerciales, era preciso subir la carga de algún modo que no significara hacerlo por la escalera.
Es una de las ciudades más atractiva de Europa desde el punto de vista cultural. Posee más de 85 museos, sólo superada en el mundo por París, Washington y Ciudad del Vaticano.

También cuenta con el único mercado de flores flotante del mundo que tiene más de 160 años (Bloemenmarkt), con una extensión sobre la calle. Su Bolsa de Valores, hoy Euronext (de lu. a vie. de 8.30 a 17.30, gratis, con inscripción previa), es la más antigua del planeta, inaugurada en 1602.
Los clásicos de Amsterdam: todo lo que hay que ver
Los imperdibles de Amsterdam son muchos y cada uno merece una visita. El primer reducto es la Dam, la plaza central de la ciudad, es allí donde se construyó la primera represa que dio origen a la ciudad.
Su obelisco central de 22 metros de altura fue erigido en homenaje a los soldados holandeses caídos en la Segunda Guerra Mundial. Es el punto de encuentro preferido por los neerlandeses.

Al frente se encuentra el Palacio Real, levantado entre 1648 y 1655. A su vera se encuentra el Museo Madame Tussaud (de lu. a dom. de 10.30 a 19.30, €22) y la iglesia Nieuwe Kerk del siglo XV (de lu. a sáb. de 11 a 18, €19,50).
Allí el visionario Eric Toren, soñaba con hacer un hotel fuera de lo común, el TwentySeven merece un paseo instagramero y una degustación en las mesas del chef ejecutivo Tim Golsteijn. Vigoroso y burbujeante.
Apenas a 300 metros se localiza Begijnhof, un conjunto de casas de 1346 que sirvieron de vivienda para una hermandad femenina católica laica. En el número 34 se encuentra la casa más antigua de Ámsterdam, data principios del siglo XVI. Es una de las dos que quedan en la ciudad con fachada de madera.
Como ciudad de los museos, es inevitable recurrir a dos de sus clásicos. Ambos requieren reserva previa. El Van Gogh Museo y el Rijksmuseum se enfrentan en la Museumplein (Plaza de los Museos). Es el sitio donde se encuentra el cartel de “I Love Amsterdam” pensado para las fotos y durante el invierno es donde se instala la pista de patinaje sobre hielo.
A sus lados se suman los museos Stedelijk y el Moco, y la sala de ópera Concertgebouw.
El Van Gogh (de lu. a dom. de 9 a 18, vie. hasta las 21, €32,50) cobija la mayor colección de obras del autor, es uno de los más bellos museos del mundo por su puesta y curaduría.
El Rijksmuseum (de lu. a dom. de 9 a 18, €25) posee más de 8.000 artículos expuestos que abarcan 800 años de historia, con obras emblemáticas de Hals, Vermeer y Steen, o la famosa “La ronda de noche” de Rembrandt.
El Stedelijk (de lu. a dom. de 10 a 18, €22,50), conocido como «la bañera” por su revestimiento exterior, es la galería de arte contemporáneo más amplia de la ciudad: Picasso, Warhol, Mondrian, Rothko, Lichtenstein son algunos de los nombres que reúne.
El Moco (de lu. a dom. de 9 a 20, €17,95) propone arte moderno que intenta convocar a los públicos más jóvenes.
Una caminata de 30 minutos separa este sitio de la casa de Ana Frank, hoy devenida en museo. El paseo es amable y en la mitad, si se toma un desvío de unos metros por Hindenstraat, se encuentra uno de los locales de Fabel Friet, especialistas en papas al modo holandés, un plato barato, cuantioso y que todos los oficinistas comen en la calle a modo de almuerzo.
La casa donde se refugió la familia de Otto Frank agota sus entradas con meses de anticipación (de lu. a dom. de 9 a 22, €16), pero se puede reservar por Internet.
Para completar el panorama una visita al histórico Barrio Cultural Judío (lu. a vie. de 10 a 17, €17) incluye un recorrido por el Museo Judío y la Sinagoga Portuguesa, además del Museo del Holocausto.
A 500 metros, desde el Prinsengracht se abren una serie de calles que conforman el Jordaan, el barrio de trabajadores y sirvientes durante la Edad de Oro holandesa. Hoy allí se encuentran las 9 calles, un distrito comercial moderno y de diseño. En el corazón mismo de las 9 Straatjes, una reunión de 25 casas dan vida al Pulitzer’s Bar, el sitio de cocteles de Jeroen Boone ideal para mirar y ser visto.

Un clásico de cualquier viaje es el mercado. Waterlooplein es el más antiguo de Ámsterdam que está instalado en el mismo sitio desde 1885.
En este recorrido no puede faltar un molino. Lo más cerca de la ciudad es Zaanse Schans (lu. a vie. de 9 a 17, €4), un museo al aire libre del pasado preindustrial con piezas en funcionamiento desde hace 200 años. Se llega en tren desde la estación central en un viaje de 15 minutos o en el autobús 391 que demora 45.
Lo nuevo: qué ver en Amsterdam
Amsterdam tiene el estímulo en su ADN. Hay cientos de planes que eluden los clásicos.
El museo de ciencias Nemo (lu. a vie de 10 a 17.30, €21,50) es una experiencia excelente si se va con niños. Su terraza ha sido pensada por el arquitecto de la obra, Renzo Piano, como una plaza pública en altura, con una cafetería y esculturas de agua.

Se puede llegar a él luego de una caminata de algo más de 20 minutos desde la Dam Platz. Una oportunidad que permite conocer un costado diferente, incluidas todas las construcciones más modernas.
Con un ferry de por medio, se puede llegar al Eye Filmmuseum, con una exhibición de más de 55.000 piezas cinematográficas y funciones e decenas de películas a diario.
Aquí estás en el barrio más alternativo de la ciudad, Amsterdam-Noord al otro lado de la Estación Central, desde donde salen ferries gratuitos cada 15 minutos para llegar a aquél.
Históricamente es el sitio que impulsó la Revolución Industrial, pero forma parte de la ciudad desde el 1300. Hay varios muelles diferentes según la zona a visitar: el NDSM lleva a un recorrido de arte callejero y a una de las mejores terrazas de la ciudad.
Allí se encuentran el Straat Museum, con el reconocible grafiti de Ana Frank, y el bar Pllek. El ferry a Buiksloterweg, lleva a la torre A’dam con su espectacular mirador y al Eye.
El IJ-hallen es el más célebre mercado de segunda mano con más de 700 puestos. El ingreso requiere un bono de admisión (€4,50) que se paga con anticipación. Merece la pena. Cerca se encuentra el Pekmarkt, un mercado temático que cambia a diario, por ejemplo, los viernes hay productos orgánicos y los sábados indumentaria vintage.
También en la zona se encuentra Chateau Amsterdam, una bodega urbana que ofrece catas de queso y vino. Otra experiencia de quesos se puede hacer en Fromagerie Abraham Kef.
A las espaldas del Nemo, sobre el IJhaven, se encuentra el centro cultural Mezrab, en la zona de Eastern Docklands, es el sitio perfecto para historias y stand up.
En el puerto, enclavado en el medio del agua, se encuentra el REM Eiland, una plataforma marítima que sirve de restaurante y también como café. Permite elevarse más de 20 metros y vislumbrar la ciudad desde allí.
Volviendo a centro, a pocos pasos de las 9 Calles, se encuentra el Lindengracht Markt, el mercado donde los locales hacen sus compras semanales de productos frescos. Es ideal para adquirir alguna pieza de queso para saborear in situ.
Un breve recorrido por la calle Lindengracht lleva hasta el canal Brouwersgracht, allí el puente Lekkeresluis («sabrosa esclusa», una puerta que controla el flujo de agua del canal), invita a despedirse con una de las vistas más perfectas de la ciudad: dos iglesias de cuatro siglos de antigüedad, la Noorderkerk, a la derecha, y la alta torre con una bola azul es la Westerkerk. En medio de la imagen, los cisnes.
Claves para visitar Amsterdam
- Atención con las bicicletas: tienen prioridad aún frente a los peatones, hay más de ellas que casas, circulan en todas direcciones, no sólo siguiendo la mano de los autos.
- La OV-chipkaart es la tarjeta para pagar el transporte, se compra en cualquier cajero automático o en supermercados. Se debe marcar al subir y al bajar.
- Aunque el invierno suele ser frío y con pocos días de sol, no hay límite en cuanto a las temporadas posibles para visitar la ciudad. De hecho, durante los meses de enero y febrero, Amsterdam está más tranquila y menos concurrida.
- La recomendación es vestir con capas todo el año porque el clima suele ser cambiante.
- Los negocios abren de lunes a sábado de 10 a 18 (los supermercados hasta las 20), excepto en los barrios más turísticos (Nieuwendijk y Kalverstraat) que pueden abrir también los domingos.
- Se paga un 12,5 % de impuestos por noche por alojamiento.
- En los restaurantes no es obligatorio dejar propinas.