jueves, mayo 22, 2025

Cómo sembrar un árbol de membrillo y cuál es su verdadero nombre que casi nadie conoce

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Aunque todos lo conocemos por el dulce espeso que acompaña nuestras tostadas o el queso fresco, el fruto amarillo y rugoso que llamamos membrillo no siempre delata el nombre del árbol que lo produce. Esa especie, con raíces milenarias, guarda un nombre que la mayoría desconoce, pero que dice mucho sobre su historia y su relación con otras frutas.

Este árbol es resistente, poco exigente y muy generoso si se lo cuida como corresponde. En varias regiones argentinas ya se lo considera una opción productiva, viable y rendidora. Pero, además de saber plantarlo y podarlo, conocer su verdadero nombre es una forma de recuperar parte de nuestra cultura frutal olvidada.

El membrillo crece en un árbol llamado membrillero, pero su nombre botánico, casi desconocido para la mayoría, es Cydonia oblonga. Este árbol pertenece a la familia de las rosáceas, la misma que incluye a manzanas y peras. Su origen se remonta a Asia occidental, y su cultivo se fue extendiendo por el mundo hasta llegar a nuestras tierras.

Lo curioso es que el término “membrillo” deriva de una palabra muy poco usada en la actualidad: mimbrillo, que a su vez viene de “mimbre”. Antiguamente, se llamaba así a las ramas jóvenes y flexibles del árbol, que se usaban como si fueran mimbre. Con el tiempo, ese diminutivo evolucionó en el castellano y dio lugar al nombre actual del fruto.

Conocer su verdadero nombre y entender cómo sembrarlo es una forma de volver a poner en valor este árbol clásico de nuestra gastronomía, que aún guarda secretos entre sus ramas.

Plantar un membrillero en casa o en una chacra no requiere grandes conocimientos. Se puede hacer entre fines del otoño y el invierno si se trata de ejemplares a raíz desnuda, o en cualquier momento del año si vienen en maceta o con pan de tierra. Se recomienda usar plantas jóvenes, de un solo año de edad.

Puntos clave para la siembra y mantenimiento inicial:

Una vez establecida, la planta ofrece una gran producción de frutos si se llevan a cabo los cuidados necesarios. La clave está en podas racionales, buen control de malezas, riego eficiente y renovación periódica de las ramas.

A pesar de lo noble y rendidor que es el membrillero, su cultivo no es tan habitual como el de otros frutales. Sin embargo, en zonas ventosas o con climas templados, se adapta perfectamente. Al madurar en otoño, sus frutos se tiñen de un amarillo dorado ideal para jaleas, dulces y mermeladas.

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