Además de la sala de piano, el chalet de la tía tiene un jardín con rosales, árboles de limones y una pileta chica para baños de asiento. Más allá, separado del cerco, está el campo abierto. Una siesta la prima la invita a conocerlo. Le promete revelar un secreto y ella por nada del mundo quiere perderse ese relato. Pasan el cerco, entre el chillido de los teros. Al rato están empapadas, húmedas como tomates, las cabezas al sol, las zapatillas embarradas. De pronto oyen otro chillido.
Los teros son insoportables, dice la prima mientras mastica un yuyo verde. Ella sospecha que la prima tiene relaciones con su novio, pero no larga prenda. Para debutar, piensa ella, es necesario que el chico pierda la cabeza. La declaración es simple; él le va a preguntar: “Te querés meter conmigo” y si ella acepta ya están metidos. Ahora las dos buscan la sombra de un árbol. No me va a contar, piensa ella. “Fue en el auto de papá”, dice de pronto la prima, “mientras escuchábamos a Charly cantar Confesiones de invierno”. Se limpia los dientes con el índice. Ella absorbe las palabras como si fuera agua. Cuando consiga novio, piensa, va a ir de a poco: él le tomará la mano, después el hombro, la besará en la boca. Con el romance sellado le buscará la oreja, para volverlo loco.
Siguen caminando. Olor a barro seco, a flores silvestres, a zorrino. Continúan hasta llegar a un tajamar. Aunque están cerca de la casa, todo parece muy lejano. Se sientan, apoyan las espaldas contra un alambrado y la prima saca del bolsillo unos caramelos Sugus. Mientras comen agarran unas piedras y hacen patitos en el agua.
Se manda la parte, piensa ella mientras se levantan para emprender el regreso. El sol baja en el horizonte. El canto del zorzal astilla la tarde. Cuando están cerca de la casa la prima grita: “Una carrera, a ver quién gana”. Corren entre el chillido de los teros. El aire caliente les pega en la cara. Cuando llegan a la casa la prima se mete en el baño. Ella abre la tapa del piano, se sienta en la butaca y arranca con el Estudio Número Uno de Chopin. Tiene que practicar porque se acerca la fecha del examen. Escucha ruido de platos y cubiertos en la cocina. La tía aparece con una porción de bizcochuelo. Le cuenta que su marido viajó a Buenos Aires y compró entradas para ver el último concierto de Sui Generis. “No le digás nada a tu prima”, dice “es el regalo de los quince”.
Años después ella recuerda que Sui Generis fue la banda más famosa del rock nacional, compuesta por Charly, Nito, Rinaldo Rafanelli y Juan Rodríguez. Tocaron por última vez 5 de setiembre de 1975 en el Luna Park, como parte de unos conciertos de despedida. La separación se debió a que Charly quería grabar un disco solo pero los fans, los productores y la misma banda lo tenían podrido con pedirle siempre los mismos temas, desde Canción para mi muerte hasta Rasguña las piedras. La venta de entradas fue un éxito. Vi a Charly de cerca, le contó la prima.